"Yo no soy ni machista ni feminista, estoy a favor de la igualdad entre el hombre y la mujer”. ¿Te resulta familiar? Esto es lo que mucha gente dice. Si haces tuya esta afirmación ¡enhorabuena!, porque SÍ ERES FEMINISTA.
El feminismo no es lo opuesto al machismo, aunque el feminismo te suene a algo relacionado con la mujer, el machismo a algo relacionado con el hombre y ambos vocablos terminen en -ismo, que no es más que un sufijo, según explica la Real Academia Española (RAE), para formar sustantivos que suelen significar ‘doctrina’, ‘sistema’, ‘escuela’ o ‘movimiento’.
El caso es que mientras el machismo es (también según la RAE) una “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres” y una “forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón”, el feminismo se define como “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” y “movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”.
El Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE) recoge en su glosario el término feminismo como “compromiso político y movimiento social que denuncia las relaciones de poder desigual y la opresión y explotación de las mujeres en el patriarcado (sistema social de dominación masculina sobre las mujeres) bajo sus distintas fases históricas del modelo de producción, y que exige cambios políticos y sociales para que las mujeres puedan desarrollarse y participar plenamente en la sociedad”.
Para simplificar, el feminismo es un movimiento social, político, filosófico, económico, científico y cultural que denuncia el patriarcado, y cuyo objetivo es la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. El feminismo no habla de superioridad ni discrimina al otro género, simplemente combate la desigualdad que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.
Entonces, ¿por qué tienes esa percepción errónea y negativa del movimiento feminista? Aquí vienen las malas noticias: en España somos víctimas de una constante desinformación e intoxicación, y no solo en cuanto a feminismo se refiere. Desgraciadamente impera, por encima de todo, el discurso de la confrontación y del odio, útiles herramientas de ciertos estamentos de poder para desviar la atención (“mientras la ciudadanía se pelea consigo misma menos atenta estará a la defensa de sus derechos, y de esta forma perpetuamos nuestros privilegios”, algo así deben de pensar). Pero la realidad es que, independientemente de la ideología política con la que nos identifiquemos, no somos tan diferentes ni estamos tan en el lado opuesto como pretenden hacernos creer, pero de eso tampoco nos damos cuenta.
Pues igual con el feminismo, aunque el feminismo no es una ideología, como hemos visto en su propia definición. Las mentalidades machistas que prevalecen en nuestra sociedad (y que se sienten tan cómodas tal y como están, asentadas ahí con su reputación, con su cuota de poder, y afianzando su visión egocentrista e insolidaria del mundo) utilizan los medios de comunicación para desprestigiar al feminismo, difundiendo bulos, tergiversando datos, negando las cifras oficiales y desvalorizando las conquistas sociales de las mujeres. Un estupendo trabajo de marketing. Por eso, igual que hay feministas que no saben que lo son, también hay machistas que no saben que lo son, porque tienen muy interiorizados y asumidos los roles que el patriarcado designa, desde su nacimiento, a varones y a mujeres, así como su forma de “ser o estar” y su posición en la sociedad. Por eso hay varones, y mujeres, que asumen como “normal” el discurso machista, en el que no saben leer la desigualdad ni la discriminación de la mujer, porque su visión del mundo y de las relaciones sociales es androcentrista: el hombre es el centro de la Historia y la civilización humanas, y estas se perciben desde el punto de vista masculino.
Hoy en día, en España a nadie se le ocurre, por ejemplo, cuestionar el derecho al sufragio femenino, que en nuestro país se aprobó en 1931. Una aprobación, sin embargo, no exenta de polémica. En las Cortes hubo diputados que esgrimieron argumentos en contra, considerando que la mujer no era autónoma para tomar sus propias decisiones porque carecía de espíritu crítico y reflexivo y no tenía formación. Incluso se dijo que la mujer tenía sus capacidades intelectuales disminuidas, poco evolucionadas o más sensibles al dejarse llevar por sus emociones pasionales. “El histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer. La mujer es eso, histerismo, y por eso es voluble, versátil…”, llegaron a decir. Afortunadamente ganaron los argumentos a favor del sufragio.
Y ahora, casi un siglo después, hay quien afirma que esto del feminismo y del lenguaje inclusivo es una tontería y que la violencia de género no existe. ¿Será que España no está en la Tierra? ¿Viviremos en otro planeta? Porque no hay más que visitar la web de Naciones Unidas (https://www.un.org/es/global-issues/gender-equality) para constatar que:
El feminismo es un movimiento mundial.
La igualdad de género se incorporó a las Normas Internacionales de los derechos humanos mediante la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General el 10 de diciembre de 1948.
El Día Internacional de la Mujer se conmemora cada año el 8 de marzo, y reconoce los logros de las mujeres sin tener en cuenta sus diferencias, sean estas nacionales, étnicas, lingüísticas, culturales, económicas o políticas.
La violencia contra las mujeres afecta a todos los países, incluso a aquellos que han logrado importantes progresos en otras áreas. En todo el mundo, el 35% de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual en pareja o violencia sexual sin pareja.
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se celebra hoy, 25 de noviembre.
Ser feminista significa, por tanto, defender los derechos humanos de las mujeres. Y la educación en igualdad de género es imprescindible para continuar avanzando hacia una sociedad más justa e igualitaria.
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