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Ciencia y conciencia: una cuestión pendiente

La cuestión es pues de elección, en la cual interviene un elemento subjetivo, ya que nada ni nadie, ni dentro ni fuera de la ciencia, nos obliga a tomar una u otra dirección dentro del dilema primordial, el cual es el siguiente: ¿es la conciencia un producto de la materia o, por el contrario, es la materia un producto de la conciencia? La inclinación a uno u otro lado del filo de esta navaja es una cuestión que el científico y el filósofo deben analizar dentro de sí mismos, porque es netamente subjetiva y porque la elección nos llevará a un patrón epistemológico y con ello a una humanidad concreta con sus específicos patrones morales, educativos y políticos; este "ser o no ser" siempre estará disponible en nuestras conciencias.


Es así que ambas visiones son igualmente lógicas, pero tienen consecuencias distintas. Primeramente, el reduccionismo hace que la materia sea la única substancia que exista en el universo y, como consecuencia de ello, observa y entiende todos los fenómenos desde el puro mecanicismo. No hay una substancia más allá de la materia y por lo tanto todo lo que se manifiesta tanto dentro como fuera del ser humano, lo objetivo y lo subjetivo, tienen causas puramente bioquímicas, bioeléctricas y mecánicas, por lo que todo sería predecible, calculable, mensurable y… manipulable. Si algún aspecto del ser humano o algún fenómeno tanto objetivo como subjetivo escapa a la posibilidad de ser observado, medido, controlado y calculado por los medios de comprobación habituales de la ciencia materialista, se le considera irreal y desdeñable. Desde ese momento toda la técnica se enfoca en solucionar los problemas humanos desde el aspecto puramente físico y biológico.


En la actualidad toda la cultura occidental es materialista, reduccionista y mecanicista, por lo tanto también lo son nuestra medicina, psicología, educación, moral y, cómo no, también la política. Todo se desarrolla desde este tipo de enfoque, lo que nos convierte a los seres humanos en entes puramente materiales, sin alma, controlables, programables y predecibles, de ahí el origen de la ingeniería social. Lo irónico del caso es que lo que antes había conseguido la iglesia, mediante la idea de premio y el castigo, esto es, el control de las masas, ahora, en nuestra época moderna, lo consigue el sistema socioeconómico merced a esta reducción materialista que nos vuelve manipulables.




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