Cambié mi cuerpo de sitio,
en caótica mudanza.
Cambié la ciudad por pueblo,
la piedra por el ladrillo,
el humo por la montaña.
Cambié la vida de asfalto
por huertos de madrugada,
el camión de basura
por el gallo en la mañana.
Lo que no cambio es la sonrisa,
que sigue llenando mi cara,
el saludar sin la prisa,
el acoger, la sentada,
meditando ante la brisa.
No cambiaré la esperanza
de un mundo mejor, más ancho, donde quepa la experiencia
de la humanidad... vibrando.
Poema: M. Antonia Pérez
Fotografía: Sonia Rosado
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