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El barranco de Masca

Desde la Iglesia de la Inmaculada Concepción, construida en el siglo XVIII, se accede al Morro de Catana, un hermoso roque cincelado por el viento y la lluvia, donde comienza el sendero que conduce al barranco de Masca, en la isla de Tenerife.


Es toda una aventura adentrarse en este laberinto de rocas de más de cuatrocientos metros de altura, decorado con fascinantes recovecos y misteriosas cuevas que han servido de refugio para los piratas durante más de cuatro siglos. Si sus paredes pudieran hablar nos contarían increíbles historias y asombrosos secretos.


Durante el recorrido descubres pequeños riachuelos, embalses y caídas de agua, que junto a la exótica vegetación de tabaibas, cardones, agaves y palmeras, forman un paisaje de extraordinaria belleza. Llega un momento en el que empiezas a escuchar el rumor de las olas, e intuyes que falta poco para alcanzar el final del camino, donde te aguarda una estampa que nunca habrías imaginado: enormes e interminables farallones cayendo sobre el mar, guardianes silenciosos de una playa negra de aguas límpidas y cristalinas. Son los acantilados de Teno. Los guanches los llamaban «Los Gigantes», y los consideraban sagrados. Es un lugar mágico, evocador, perfecto para quien necesite aislarse del resto del mundo.




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