Joaquín corría descalzo. Pero no podía parar. Ahora no.
La chica lo había conseguido. Rompió la mordaza en un descuido y logró escapar. Se recuperaba en el hospital.
Él atravesó el bosque de detrás de la casa y llegó a la carretera. Menos mal que no pasaba ningún coche en ese momento. Se sentó en una piedra y se miró los pies. Estaban llenos de pinchos que fue quitándose lentamente mientras repasaba en voz alta su vida: hijo único deseado, familia "normal" pero no pudo tener amigos porque siempre estaba ingresado o de médico en médico.
¡Mi pobre niño! –decía siempre la tía Asun.
Joaquín recordó cómo había llegado a la situación actual, lo mal que la chica se lo hizo pasar este último mes con su desprecio, el dolor desgarrador en sus entrañas cada vez que lo abofeteaba o le escupía a la cara la comida.
Y ahora esto.
Oyó el ruido de un motor y se levantó haciendo aspavientos con las manos. El conductor se detuvo. Tendría su misma edad. Le contó que le habían secuestrado y que había conseguido escapar. Llamaron a la policía, que les indicó que el secuestrador era muy peligroso y escurridizo, que salieran cuanto antes de allí.
Joaquín estaba atento a la conversación. En ningún momento el conductor se identificó.
El coche se adentró en la carretera comarcal rodeada de bosque. Cuando salieron de esta zona, varios agentes de policía habían montado un control. Detuvieron el vehículo y estuvieron un rato conversando con el único ocupante. Le dejaron continuar su camino.
Joaquín sería ahora Pablo. Así se llamaba el dueño del coche, cuyo cuerpo había tirado en una zona muy frondosa por lo que tardarían tiempo en descubrir el cadáver y su teléfono. Mientras, le habría dado tiempo a irse muy lejos. Volvería a cambiar de identidad. Otra vez. Llevaba toda la vida haciéndolo y nunca habían logrado pillarle. Era un maestro en esto.
¡Mi pobre niño, tiene el corazón negro, es malvado, llevadle a algún médico que le trate! –decía siempre la tía Asun.
¡Qué lástima! Se cayó por la escalera y el niño iba con ella. Fue su primer asesinato. No recordaba cuántos llevaba ya. Y los que quedaban.
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