Nos guste o no, lo aceptemos o no, somos el resultado de lo que vivimos en nuestra infancia, ya sea positivo o negativo. El 95% de los problemas que tienes al llegar a la edad adulta vienen de lo que has aprendido de niño. La clave está en sanar la relación que tienes con papá y con mamá.
¡Uf! ¡Con la iglesia hemos topado! Debemos comprender que ellos solo nos dieron lo que pudieron o supieron hacer, lo más probable es que fuese lo que ellos mismos recibieron en su infancia. Compleja infancia si tus padres, como los míos, han vivido los años de la posguerra en este país; además, a sus padres también les pudo pasar algo semejante debido a la dureza de la vida en la primera mitad del siglo XX.
Realmente, así ha sido siempre. Algunos padres solo repiten lo que sus padres les enseñaron, quizá porque no quisieron, no pudieron o no supieron hacer más con lo que habían aprendido hasta entonces. Y sin embargo otros han hecho todo lo contrario a lo que les enseñaron a ellos. Estemos donde estemos, todos tenemos una infancia que tratar y sanar, sin distinción.
Para sanar, no tienes más que investigar la infancia que tuvieron tus padres, comprender su historia y amarlos incondicionalmente. Aceptar lo que te dieron y lo que no, así es como debería ser.
Ahora, como adulto, eres 100% responsable de darte a ti mismo lo que necesitas cada día para vivir, tanto física como emocionalmente, y poder así sanar esas heridas emocionales que cargas desde niño. Si no se hace de esta manera, el sufrimiento que mantienes durante toda tu vida puede condicionar tus decisiones y tus actos de una manera tal, que puedes desarrollar un sinfín de enfermedades de todo tipo. El sufrimiento emocional extremo puede llevarnos incluso a la muerte.
Si te faltó afecto de parte de tus padres, busca la manera de dártelo tú mismo. Amándote mucho y haciendo las cosas que más te gusten en tu vida, aunque no les gusten o molesten a otros. Es tu vida y debes saber qué hacer con ella en cada momento.
Llena ese vacío que sientes dentro de ti amándote y siendo fiel a ti misma, a ti mismo. No esperes que alguien venga a llenar ese vacío, porque nadie lo hará. Ni amigos, ni pareja ni familia podrán llenarlo jamás. Piensa que cada uno de nosotros llevamos encima una mochila desde que llegamos a este mundo, que podemos seguir llenando o liberando de todas esas pesadas cargas emocionales que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida.
Nada ni nadie puede llenar o vaciar esa mochila más que tú mismo, tú misma. Una de las mejores recomendaciones, y en mi opinión la que más destaca de todo lo que hacemos en la vida, es saber encontrar y conseguir realizar nuestro propósito de vida y dedicarnos por entero a él. Es tan fácil como saber qué es lo que más te gusta hacer, y que lo harías incluso aunque no te pagaran por ello. Si lo consigues, no te hará falta nada más porque nunca lo llamarás trabajo y te hará inmensamente feliz.
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